El solsticio de invierno
El solsticio de invierno marca la noche más larga y el día más corto del año en el hemisferio norte. La razón es que el sol llega a la máxima declinación sur, o según se ve desde la Tierra, el sol va más bajo, calienta poco y dura menos tiempo.
El solsticio de invierno marca la noche más larga y el día más corto del año en el hemisferio norte. La razón es que el sol llega a la máxima declinación sur, o según se ve desde la Tierra, el sol va más bajo, calienta poco y dura menos tiempo.
Este hecho natural ha marcado una de las celebraciones más importantes de las diferentes culturas a lo largo de los tiempos. Se ha visto, bien como como la muerte del sol, bien como su renacimiento, lo que ha llevado a hacer fiestas y ritos que, bien animen al rey del cielo a volver o bien celebren su nueva existencia.
Son tiempos, por otra parte, en el hemisferio norte, en los que comienzan los meses del hambre, pues la tierra ya no da frutos. En algunas culturas se sacrificaban los animales pues era difícil mantenerlos sin pastos en los que comer.
El día supuesto del solsticio cambian las dos vertientes por las que se predice el tiempo que hará al año siguiente –las calandras-. En los países germánicos se pensaba que los sueños de esa noche anunciaban acontecimientos del próximo año.
Nuestras celebraciones de Navidad suman viejas festividades traídas desde antiguo. En la Roma clásica, estos días se hacían las fiestas en honor a Saturno. Más tarde se instituyó el día 25 de diciembre como la fiesta del Sol Invicto, Natalis Solis Invicti, asociada al nacimiento de Apolo, hijo de Zeus. En el centro y norte de Europa se hacía lo propio con el dios Freyr (Señor), fiesta en la que estaba presente un árbol de hoja perenne, antecesor del árbol de Navidad (como la Tronca de Nadal). En el siglo IV la iglesia cristiana hizo coincidir el nacimiento de Jesús con las fiestas alrededor del solsticio, asimilando la figura de Cristo con la del sol.
(Textos: Rafel Vidaller)